Cuantos De Tus Pecados Son Perdonados?-Parte 6

By: Carlos Tomas Knott; ©2001
Roman Catholicism uses the invention of purgatory to promote the pagan practice of prayers for the dead. Catholics who practice their religion faithfully all their life still need sins to be forgiven after they have died. This goes directly against the promises and truth of the Gospel. Our Lord promises in John 5:24 that those who believe “have passed from death unto life.” Salvation and forgiveness of sins is a present reality, not a vague future hope.

Las Misas Y Oraciones Por Los Muertos

No podríamos terminar estos estudios sin considerar el tema de las misas por los difuntos, y las limosnas “para sacar almas del purgatorio”, porque hay muchos que están atados a estas cosas como esperanza de salvar a un ser querido que ha muerto, e incluso esperan en estas cosas para sí mismos.

Sería imposible calcular cuánta es la gran ganancia económica que la iglesia católica recibe cada año sólo por las misas dichas por los difuntos. Sencillamente, pagan al cura para que diga misa por un ser querido. Así de claro es como funciona la cosa por lo gen­eral: si pagas, dice misa, y si no, no.

Para poner un ejemplo, contaré lo que vimos varias veces al visitar la catedral en el barrio gótico en Barcelona, España. Una vez decidimos contar las huchas que hay en la catedral, porque nos parecían muchas, y efectivamente, había cuarenta. Pero a mí me interesó en particular la hucha que estaba delante del “santo Cristo de los milagros”. Tenía encima suyo un letrero que decía “Para sacar almas del purgatorio”. Alrededor se percibía el olor de las velas encendidas delante de aquel “cristo”. Y allí parada delante de esa hucha estaba una mujer viejecita, pobre, arrugada, encorvada con sus años, vestida de luto. Sacó algo de su bolsillo, lo hecho en la hucha, y se quedó un rato, con cara triste, manos temblando de edad, contemplando la imagen. Supongo que estaban rezando por algún ser querido o amigo, obviamente para sacarle del purgatorio. Yo sentía a la vez compasión, tristeza e indignación. Me explicaré. Sentía compasión por esta pobre mujer preocupada por alguien, y en su pobreza había venido a echar una limosna. Probablemente el obispo y los párrocos tenían más dinero que ella, y después de su ofrenda tenían un poco más, pero ella, enseñada así por la iglesia, no se veía con más remedio que echar dinero en la hucha si realmente amaba a los suyos y quería ayudarles. Sentía compasión por ella y por todos los demás católicos devotos que practican su religión y desean el perdón, pero que están atrapados en un sistema que NUNCA les concederá el perdón que Dios da. Ella misma necesitaba encontrar al verdadero Cristo, que no estaba en la catedral. “El Dios que hizo el mundo…no habita en templos hechos por manos humanas” (Hch. 17:24).

Y por esto, a la vez sentía indignación, hacia el sistema que tantas almas tiene atrapadas y esclavizadas, hasta el punto que tienen miedo de cuestionar, de pensar, de variar, porque se les quitaría la esperanza de la salvación. Y para estas personas, la salvación nunca es nada más que una esperanza vaga, nunca es una certidumbre, nunca la tienen segura. Así es, entonces, que los que leemos y creemos lo que la Biblia dice nos indignamos con el Catolicismo Romano, porque vemos claramente que no dice lo que Dios dice, ni ofrece lo que Dios ofrece. ¿Cuándo dirá el cura a alguien: “Ud. ha pasado de muerta a vida?” Sin embargo, el Señor Jesucristo en Juan 5:24 promete esto mismo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Así de claro. Pero Roma enseña a los suyos que hay que decir misas por los muertos, aun por los Papas y otros que supuestamente han practicado fielmente su religión toda la vida. ¿No da esto mucho que pensar?¿Por qué no han pasado estas personas de muerte a vida? ¿Por qué siempre están el castigo y la condenación colgados cual espada de Damocles sobre la cabeza del católico romano?

¿Por qué Cristo dice “el que cree…TIENE vida eterna y no vendrá a condenación”, pero Roma y los suyos dicen “quizá tenga” o “tendrá” o “esperamos no ir a condenación”, y cosas parecidas. Nunca se les oye decir “sé que soy salvo”, porque para el católico esto sería el colmo de la presunción y hasta incluso un pecado. Sin embargo, para el verdadero creyente, es una certidumbre asegurada por el mismo Señor Jesucristo, quien es Cabeza de la Iglesia y autor de nuestra salvación.

¿No se ha preguntado nunca, querido lector, por qué no se ve ninguna misa para los muertos en todo el Nuevo Testamento? Para sacar un apoyo “bíblico” tiene que recurrir al libro apócrifo de II Macabeos y citar repetidamente. No hay más. Ni el Señor ni Sus apóstoles celebraron tal cosa. Tampoco aparece en las epístolas donde los santos apóstoles enseñan la sana doctrina y la práctica del cristianismo a los que habían creído. Entonces, ¿de dónde viene si no de nuestro Señor, ni de Sus apóstoles? Según la Enciclopedia Católica:

“La enseñanza católica acerca de las oraciones por los muertos está ligada inseparablemente con la doctrina del purgatorio, y con la doctrina más general de la comunión de los santos, la cual es un artículo del Credo de los Apóstoles. La definición del Concilio de Trento (Sesión XXV) dice que el purgatorio existe, y que las almas allí detenidas son ayudadas por los sufragios de los fieles, pero especialmente por el sacrificio aceptable del altar”. Esto es sencillamente una reseña de la posición tradicional que ya ha sido incorporado en más de una fórmula autorizada, así como en el credo prescrito para los Valdenses convertidos (al Catolicismo) por Inocencio III en el año 1210 (Denzinger, Enchiridion, n. 3 73).”

La doctrina de las oraciones por los muertos es una criatura engendrada por Roma para acompañar la doctrina del purgatorio. Primero declara que existe ese lugar nunca mencionado en la Biblia, cuyo concepto viene más bien de fuentes paganas. La insistencia de Roma en el purgatorio demuestra cuán atada está ella a sus conceptos medievales, y cuán incapaz de cambiar, porque claro, para cambiar, tendría que declarar como error algo declarado previamente por Concilios de la Iglesia, y esto le es imposible porque si la Iglesia admitiera su falibilidad, la cual sabemos todos que existe, entonces ella abriría una caja de pandora y sería enseguida conducida a la ruina. Vuelo al punto. Primero declara que el “purgatorio” existe. Así como estrategia de “marketing”, crea el problema y la necesidad. Tienes un problema. Tienes a gente atrapada en ese lugar, sufriendo, esperando tu ayuda, y además, tú también probablemente irás allí. Luego viene ofreciendo su producto, diseñado especialmente para solucionar este problema que ella te ha creado. Además, no permite la opción de decir que no, porque, según ella, es el deber de todos los fieles (léase los catolicorromanos) sacar a esa pobre gente de allí mediante dos cosas: (1) sufragio: ayuda, favor o socorro. Esto es, algo hecho por los fieles para socorrer a los que están en el purgatorio, tal como, por ejemplo, rezar, echar ofrendas en la hucha, o encender una vela. (2) “El sacrificio aceptable del altar”, el cual es la misa dicha a favor de los muertos. Así juega con las emociones de sus feligreses, porque la verdad es que se les tiene mentalizados de tal modo que tienen miedo de dejar las oraciones por los muertos, y se sentirían muy malos, infieles y sin afecto natural si no rezaran ni hicieran misas por los muertos. Más claro: lo hacen por estas razones, y no por ninguna razón bíblica porque la Biblia no lo enseña. Lo hacen por tradición, por quedar bien ante los demás que hablarían si no lo hicieran, o por miedo de qué podría pasarles a sus difuntos si no lo hicieran. Pero no porque habiendo estudiado la Palabra de Dios, ni por haberse asegurado de lo que nuestro bendito Señor Jesucristo dice y lo que Sus santos apóstoles enseñan.

Por estas razones el día de los santos difuntos es tan importante y tan celebrado entre los catolicorromanos. Ponen mesas para los muertos, preparándoles panes especiales (o comprándolos de vendedores en la calle), y poniéndoles cuantas otras cosas acostumbraban a comer. En el siguiente lugar in internet se puede ver como un católico recuerda lo que hacían en su país con respecto al Día de los Difuntos: http:// www.webnexus.com/users/vlp/mssump01.htm Allí cuenta que:

“También les compraban a los muertos colas, aguardiente, guarapo, y cuando ya tenían todo listo…ponían en una mesa grande o en el piso…y colocaban dos sábanas, guindadas con unas piolas en forma de un toldo…”
“Después comenzaban a brindarles a sus familiares lo que ellos habían puesto en la mesa para sus finados”.

Cualquier católico sabe que en este día y durante la semana antes del día hay una gran multitud de visitas al cementerio, para embellecer y adornar los sepulcros. Es un tiempo durante el cual entra mucho dinero en los cofres de la iglesia, a favor de los muertos, y en los bolsillos de los floristas quienes se aprovechan de la esclavitud de los católicos, vendiéndoles flores a doble y triple el precio justo. Saben que lo tendrán que pagar porque están obligados social, cultural y religiosamente a atender a sus muertos, y si no, quedarían mal. En la semana antes del Día de los Difuntos no hay rebajas. Está todo hecho un gran comercio para aprovecharse de la mentalidad implantada por Roma en la sociedad.

Pero, acerca de los muertos, el Señor Jesucristo dijo que había que enterrarlos. “Tú vé y anuncia el reino de Dios” (S. Lucas 9:60). No recetó ningún rezo ni misa por los muertos. En Hechos 5 leemos acerca de la muerte de Ananías y Safira, versículos 6 y 10. Ambos fueron sepultados, pero no dice nada de rezos y misas por ellos. Alguien dirá que es porque habían muerto en pecado mortal. Bueno, entonces, ¿qué de la muerte de San Esteban? Cuando murió Esteban (Hch. 7), dice Hechos 8:2 que “hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él”. Nunca después menciona nada acerca de él, ni de ponerle velas, ni rezar por él, ni decir misas en el aniversario de su muerte, nada de todo esto. ¿Por qué no? Porque no es una práctica ni enseñanza apostólica ni cristiana. Si lo fuera, querido amigo, lo encontrarías en la Biblia, pero no está.

Y de todo esto debemos aprender una lección. Que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo es para los vivos. Que esta vida es la única oportunidad que uno tiene para escuchar el evangelio, arrepentirse y creer, y así estar seguro de que “no vendrá a condenación” (S. Juan 5:24). No hay más oportunidades después de la muerte. La muerte sella el destino de cada uno. Hebreos 9:27 dice que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”, no el purgatorio. Los que han muerto están ya en manos de Dios. Tú que vives, aún puedes oír el evangelio, tienes oportunidad todavía de arrepentirte de tus pecados, entre ellos la práctica de una religión que va en contra de las palabras de nuestro bendito Señor. Puedes dejar de confiar en ritos, sacramentos, tradiciones sagradas, etc., dejar de preocuparte por el qué dirán, por lo que piensa la gente, por ser fieles a las tradiciones de tu país o cultura, y considerar cuán importante es que creas a Dios, a Su Palabra y nada más. Pues el Señor Jesucristo te dice y te ofrece de nuevo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”

 

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